
Emilse Robledo
La arpillera en palabras de Emilse Robledo
Mi arpillera se llama 'Gratitud'. Todos estos colores que ves acá es como si yo cerrara mis ojos y viajara hasta mi pueblo. Y acá están los cerros de Antofagasta. Ver los cerros me remonta a cuando llegué aquí con una maleta llena de ilusiones, de sueños, de deudas. Lo que hice aquí es una combinación entre río y mar. Acá en esta maleta están plasmados los seis países donde Dios me ha permitido ir, que ha sido un sueño. La iglesia que está acá es mi todo. Y por acá están mis hijas, estoy yo, y está mi esposo. La familia que conformamos actualmente por la bendición de Dios.
La historia de Emilse Robledo
Soy chef y portadora de tradiciones, nombrada en Cali por la Secretaría de Cultura y Turismo. Tengo como objetivo rescatar, salvaguardar, visibilizar, empoderar la gastronomía y la cultura del Departamento del Chocó. Yo desciendo del África dónde hay una cultura de colores fuertes, del baile, de muchas cosas que siguen por aquí. Entonces represento mi cultura a través de la gastronomía, a través del baile, a través del teatro, a través de mi presencia.
Soy del centro del Chocó, soy de río. Vivíamos en una casa colorida, una casa bonita. Aprendimos desde los siete, ocho años a trabajar la tierra, cortar madera, deshierbar, cuidar los animales. Vengo de una familia numerosa, somos 11 hermanos, de distintas madres. Nosotros somos los mayores. Mi mamá falleció hace 24 años, muy joven, con 33 años murió. El sueldo de mi papá no alcanzaba, pasábamos hambre, pasábamos muchas necesidades. Entonces fue una niñez muy dura, pero pienso que era una niña feliz a pesar de esa precariedad.
Muy temprano tuve a mi niña, con 16 años. Era madre soltera, no tenía empleo. Me tocó migrar a Cali. Cuando llegué, estaba en el apogeo de la violencia. Pero siempre he sido resiliente. Empecé a trabajar de garzona, y ahí me terminé enamorando de la gastronomía. Después de 14 años, me retiré para estudiar la gastronomía. Soñaba con tener un restaurante y Dios me dio la bendición de tenerlo antes de graduarme. Tuve mi restaurante que aún conserva mi nombre.
Yo dejé mi país porque estaba llena de deudas de gota a gota [prestamista informal] y aquí en Chile pude resolver esa situación. Sentía mucha tristeza porque no podría estar con mis hijas. Se tuvieron que quedar en Colombia y me tenía atormentada no estar con ellas.
Al final, Chile ha sido un país que me ha bendecido. Me ha costado dolor, lágrimas, dinero, discriminación. Pero todo lo que he pasado para poder vivir esto que está aquí plasmado en la arpillera ha valido la pena.
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